Lo que diferencia a un escritor genuino de un falsario es que el primero tiene, siempre, una visión del mundo que lo hace inconfundible. A Jorge Andrade se lo reconoce enseguida no solo porque posee lo que Sartre denominaba “un estilo solapado y secreto”, sino por los ambientes en que discurren sus historias y, sobre todo, por sus personajes.

Luis de Paola
Revista El Urogallo, Madrid

Este juicio sobre la narrativa del autor vale tanto para sus novelas como para sus cuentos, como quedara demostrado en sus numerosas publicaciones de ambos géneros. El lector de estos Cuentos subversivos podrá verificarlo a poco de adentrarse en ellos. Allí se encontrará con el “pulso de cirujano” del autor, como lo definiera Mario Muchnik, su editor español. En efecto, Andrade obra como un anatomista que con discreción, pero sin concesiones, hunde su escalpelo “solapado” en el cuerpo social hasta dejar al desnudo, ante los ojos del lector, el hueso profundo de la hipocresía social. Quedan así al descubierto para aquel las vísceras de un mundo hostil, ajeno y mecanicista, en el cual cada individuo, incluso los que se rodean de posesiones y servidores, está desnudo y solo.

En su recorrido crítico que se interna en los dominios de la tecnología, de la academia, de la literatura infantil e incluso del amor y de la religiosidad el autor, apelando aquí y allá al uso del humor como recurso crítico, nos devela la realidad que se esconde tras la mascarada de la apariencia. No obstante, Andrade no abusa de la resistencia del lector y le concede el alivio de la esperanza. Eso ocurre en los relatos en que prevalece la solidaridad y el amor entre los seres humanos, particularmente los niños o entre los animales y los humanos; así como cuando aborda la experiencia del éxtasis místico, en la que no necesariamente subyace el vínculo con la imagen concreta de un dios.

En resumen, en estos Cuentos subversivos el lector se encontrará con una nueva muestra de la selecta literatura de Jorge Andrade.