Amparo recordaría toda su vida la mañana en que venía caminando del campo con sus hermanos y escuchó las campanadas de la iglesia anunciando la muerte.

—¿Por quién sonarán? —se preguntó.

Cuando estaban llegando, vio a los vecinos en la puerta de su casa. Su madre había muerto. Mientras caminaba pesadamente, le vinieron a la memoria las noches en que

repartían la poca leche que tenían y cuando le tocaba servirse a su madre, no había más. Se quedaba mirando a sus hijos. Amparo aún no sabía que el hambre podía matar.

Muchos años después, cuando la cabeza y el cuerpo se le fueran poniendo viejos, guardaría pan en el ropero, lo escondería entre las sábanas limpias y planchadas como

quien guarda por las dudas. Los hijos de Amparo nunca conocerían el hambre.

Así comienza esta novela que narra la vida de una inmigrante española, Amparo, que con apenas 20 años llega a una Argentina de principios de siglo XX sin demasiadas ilusiones, solo con la esperanza de poder dejar atrás años de sufrimiento, hambre, soledad y abusos, abusos que guardaría en su corazón porque era demasiado amargo recordar.

Élida Trujillo narra con exquisito estilo esta historia, internándose en la psicología del personaje, mostrando sus luces y sus sombras y, de este modo, construye con maestría la estampa de una mujer que trascendería las generaciones de mujeres que le sucedieron. Su impronta, firme, perseverante y rebelde (a su modo) serán un sello familiar que no pasará inadvertido.

¿Cómo se endurece el corazón de una mujer que todo lo soportó? ¿Hay lugar para la esperanza cuando ya se ha perdido hasta la dignidad? Amparo nos enseña cómo la vida se sustenta de pequeños momentos felices, lo demás, es un secreto que se lleva a la tumba.