Un individuo racional y celoso del control de sus actos decide, en un momento de su vida, acercarse a la ayahuasca, esa mezcla de hierbas que, en tomas rituales, como elemento de sanación psico-espiritual y de contacto con el Más Allá, ciertos pueblos amazónicos consumen desde hace milenios. Se somete entonces a tres experiencias sucesivas, mediadas en el tiempo y la distancia. Y lo que le sucede es tan revelador para él como lo será para el lector. Nada es del todo como se muestra en primera instancia. Las más bellas imágenes pueden remitir a traumas de infancia o adolescencia no tan resueltos como se creía; criaturas horribles pueden ser la clave de una alternativa esperanzada. Y es que la “planta mágica” reclama de quien la toma no un sujeto pasivo, sino un actor consciente, un honesto procesador de ese revelador aluvión de sensaciones. Sin afán proselitista y con un estilo ágil que no desdeña los guiños de época ni el humor, el autor nos invita a su itinerario personal que encierra sin duda las claves de un universo más amplio y colectivo.